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Polvo en el viento

Bien, hacía mucho que no redactaba textos de este tipo, tan explicativos, contemplativos, con semejante reconstrucción de los datos. Debo de...

domingo, 2 de diciembre de 2012

Ducha de mentiras



                               


Ducha de mentiras. Fría agua que a través de mis poros me penetraba hasta fundirse con mi sangre. Era mi alma desmoronándose acorde a mi alrededor, trozos de mi apenado sentir que ahora se licuaba, mezclándose con el frío líquido que resbalaba sobre mi cuerpo. En medio de la desesperación. Juro que a pesar de que mis resbalosas manos giraran más y más el grifo aumentando considerablemente la temperatura, esta nunca lograba saciar el helante frío que desprendía mi interior.
El vapor caliente era devastador y se sentía como un frígido látigo sobre mis miembros.
¿Qué sucedía? Las paredes me comprimían, los transpirados azulejos cada vez se aproximaban más a mí, las aberturas se amurallaban y querían deborarme. Lentamente y al compás de mis sollozos, fui descendiendo. Me ubiqué en cuclillas y enfrentando mis codos, aprisioné mi rostro entre mis manos.
 Era evidente que mi cuadro depresivo superaba los cánones normalmente establecidos, pues a pesar de mi terrible capacidad de razonamiento, mi lucidez persistía.
El teléfono celular en una mano. Una cuchilla afilada en la otra. Así, agachada como estaba y bajo la lluvia de mi baño, me debatía entre la vida y la muerte. Entre el dolor físico y la miseria mental. Entre el alivio y la risa fantasma de esos ojos que me seguían a todas partes. Entre la figura que me enseñaba el espejo y la ruina en que me había convertido. Entre hacerme sangrar, hacerme llorar, hacerme gritar y morir. Desgastarme por completo, usarme, ultrajarme, flagelarme, romperme. Quería acabarme de a poco, consumirme de una vez. Pero, ¿Qué hacer si me era imposible borrarme del mapa?
Sus mensajes seguían ingresando a mi buzón de entrada.
Me reflejé en el agua y ante mi asombro, no me reconocí. Los negros cabellos que enmarcaban mis rojizos labios e hinchados ojos me otorgaban la imagen de un animal indefenso y herido.
La mirada de un Sol que ya no brillaba. Las huesudas caderas cuyos numerosos cortes verticales desprendían sangre en derrochantes cantidades.
Cegada por la luz. Atormentada por el dolor, sólo hubo un aullido más esa noche.
El de mi piel abriéndose LENTAMENTE
El de mi piel abriéndose al dibujarme las iniciales M A M



jueves, 22 de noviembre de 2012

El nuevo artista

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Me compadezco de los grandes maestros, partícipes de las revoluciones artísticas más relevantes de la historia. Aquellos que con aportes sólidos e incesantes, brindaron sus saberes y talentos expresivos para enriquecer al resto de la humanidad sin dar lugar a reservas ni pudores algunos, desafiando los estatutos establecidos o por el contrario exaltándolos, con valentía y amor a algo tan bello como lo es arte. ¿Qué será de las solitarias almas de aquellos que vivieron el proceso creativo en carne propia y fueron tan capaces de transmitir sus consecuencias? Me temo decir, hoy se revuelcan impasivos en sus respectivos lechos de muerte.
El Leonardo Da Vinci de hoy debe cumplir con ciertos absurdos requisitos que poco tienen que ver con el gusto por crear, y me atrevería a decir, se inclinan más por los caracteres de consumo masivo que posee la sociedad contemporánea. He aquí una enumerada lista de esta serie de tendencias que más bien se desvían de las intenciones iniciales que todo amante de las artes debería tener y repletos de falsedad, profanan lo bello de esta disciplina:

El nuevo arista debe drogarse, emanarse de la falsedad que actualmente conlleva este acto. Es que cada vez es más frecuente encontrarse con esta clase de especímenes de la nueva generación que, rodeados de un séquito de patéticos seguidores que desearían tener el valor suficiente como para "hacer lo mismo", pregonan una cultura adictiva de la cual se encuentran bastante distanciados. Lejos de poseerla, la enseñan como un logro y muestra irreprochable de orgullo. Desde mi subjetividad, puedo afrimar que es casi como observar a  un añejo hombre de las cavernas autodenominándose el rey del mundo sólo por haber capturado a un ciervo. Y así, incrementando su ego a raíz de los sucesivos aplausos que le dedican sus pares, anonadados por una verdad de la que su ignorancia los lleva a desconocer. La cruda verdad de que sus logros en verdad son inexistentes, exagerados inconscientemente por sus adolescentes e inmaduras mentes que sólo buscan un lugar para aferrarse y conseguir la tan famosa aceptación social.

Pero bueno, basta de aburrirlos con mis palabreríos.
Hablemos de aquellos individuos actuales que creen ser artistas por el simple hecho de vestirse con ropas de bandas fuera de moda, poco conocidas hasta el momento o de géneros musicales alternativos/poco usuales. Sencillamente, tratan de ocultar su falta de originalidad propia con indumentaria de grupos melódicos que los podrían convertir en una "persona interesante" (hablando claro, en términos de lo que la sociedad del año 2012 considera interesante)
También debe subir fotos a Tumblr, crearse un espacio en este ya poco original sitio de Internet y abarrotarlo de fotos de carácter sentimental, con edición precaria, -generalmente realizadas en programas muy difamados y de utilización masiva- en las que se distinguen personajes o signos típicos de la cultura estadounidense. En esta web también es muy usual que se compartan frases poco pensadas pero muy repetidas, gifs animados carentes de sentido,en fin, no más que intentos de fabricarse una personalidad más acorde a la sociedad de consumo en la que habitamos.

Como no podía ser de otra forma, y me cuesta decirlo, pero las redes sociales juegan un papel central en el círculo vital de estos personajes. Y sí. El nuevo artista tiene Facebook, y suele dedicarse a hacer público en este espacio obsoleto la actividad que realiza cada cinco minutos, de manera constante, sin pausas. Es preciso que aclare en este punto, que yo misma, antes me incluía en esta categoría. Pasaba muchas horas frente a mi computadora, y como es lógico de pensar, también adherí a esta corriente como estoy segura muchos lo hicieron. Necesité sólo un poco de tiempo para caer en la cuenta de que esta necesidad de querer compartir noticias de nuestra vida tantas reiteradas veces sólo desmuestra desesperadas ganas de captar atención ajena, o bien, formar otra imagen de nosotros mismos.

Tener cámaras Nikon. Subir fotos de Harry Styles, algunas estrella de la factoría Disney, difamaciones de John Lennon o Bob Marley con una frase patética y obviamente inventada como pie de foto. 
Comer Nutella. Usar marcas como Vans, Rip Curl. Practicar skateboarding o relacionarse con gente que lo realice diariamente. Hacer grafitis en las paredes creyendo que a raíz de esto podremos cambiar el mundo. 

Lamento desde lo más profudno de mi alma el terrible hecho de saber que mi generación, (en la que yo me crié, la que sobreviví en carne propia y desgasté mucho tiempo de mi vida) será recorada de esta manera vana y puramente superficial. Una tropa de idiotas que se quejaban de la hipocresía, y eran en conclusión el ejemplo más claro de esta patología. La nueva horda, los que llevan a cabo una falacia de vida, quieren ser libres pero conviven entre muros construidos a base de los ladrillos en los que ellos mismos -en un intento por hallar la seguridad tan codiciada en estos tiempos- se aferraron. Los que serán recordados básicamente, por consumistas.

Soy testigo de cómo todo esto se cae a pedazos. Los que antes estaban dormidos, despiertan.  Los que antes no sabían saben. A los que querían abrir la puerta, se les cerró.

Y al fin, los que nos callábamos, hablamos.

martes, 25 de septiembre de 2012



"¡Te juro!Te manejás con un desenfreno obligado y estás todo el tiempo gritando lo que te pasa¡Pero eso no te calma!Te exponés lo más que podés, y no te calma, escupís todo de la forma mas violenta, escribis las cosas mas negras

 ¿¡Y no te calma!?"

viernes, 21 de septiembre de 2012

Mi metamorfosis

Entonces, en una acción prácticamente fugaz, fijé mis ojos en el espejo, sin aportarle la más mínima atención a lo que sentí como un poco relevante acto. Pero fue en esas escasa relevancia donde hallé los atributos que por momentos parecen perdidos; la falencia de la integridad, lo despiadado de los cambios y esa mentira de la soledad que ya no nos divierte.
Soy un cadáver.
Comprobé que la piel era blanca y fría, la boca seca y las muñecas quebradizas. Fue en ese espejo cubierto de humedad y marcas que el tiempo había impregnado en su superficie sobre el que encontré una vieja conocida del otro lado del cristal. Era sol, una sol añejada, remota, parcialmente irreal. Las uñas sobre naturalmente grises, las alarmantes ojeras aniquilando el rostro, cuatro huesos transversales que atravesando el torso. Tan sombría y nueva como el descenso de la muerte. Tan sombría y sin embargo, tan pura como la inocencia que se emanaba desde el interior de sus pupilas.


En lo profundo, y si hacen silencio, allá en el final del conducto ocular, era posible oír gemidos. Gemidos de su vientre, chillidos de su entraña, sollozos de su atormentada tráquea. Era la misma mirada de una niña callada y soñadora, que había mutado ahora en el fantasma de su ser.
Sol ha muerto, dios salve a su espectro.
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lunes, 20 de agosto de 2012

Suici date

Reacios.
En la cálida noche de aquel trágico 25 de febrero de 1995, la parca se deslizaba lenta y cuidadosamente sobre el piso de alfombra de un confortable apartamento. Soplaba una fresca brisa de verano que parecía querer penetrar a través de los rendijos de la ventana superior de aquel pequeño baño. El viento rasguñaba y proliferaba aullidos de dolor impasiblemente sobre la abertura. Como siempre que estaban juntos, el clima se exaltaba, esta vez con motivo de salvarlos de su trágico derrotero.
Un arma y dos figuras.
Una cuchilla de doble filo que no quería fascinarlos.
Un consuelo poco recurrido, al que aquellos que creían conocerlos, tal vez luego se aferrarían.
La sala de estar parecía haber sido deborada por las garras de algún ser mitológico, un ave carroñero o una extraordinaria tormenta tropical. Flotaba en medio de una suite de Bach que, en un descuido o solemne acto fallido, habían olvidado quitar de la lista de reproducción automática.
Ya nadie caminaba sobre el suelo de parqué, ni atravesaba el corredor principal. Nadie presionaba el picaporte ni recorría el balcón en el que una vez habían sido tan felices. Nadie se recostó nunca más sobre aquella cama matrimonial en el que durante tantas noches, embellecidos sobre el licor de sus cuerpos, se dejaron llevar por el danzar de lujuriosos arrebatos de placer. Su vida pasaría a ser la historia de todos, un testimonio de difusión popular, otro horroroso relato verídico que sólo conseguiría erizar la piel de aquellos que se atrevieran a oírlo.

__Amor... __Pronunció entre jadeos y arduos intentos de articular sonidos coherente.__ El día que pensamos sobre esto... ¿Te acordás?
Le acarició el rostro, y acto seguido, hizo una pausa para tragar. El vapor que infestaba aquel baño hacía que cada vez se le hiciese mas dificultoso respirar.
__Éramos dos nenes, mi amor, vos tan linda, yo tan idiota. Vos tan tímida y sensual, yo tan torpe y poco oportuno. Siguen vivos los espectros de esos dos seres de aquel tiempo, ese tiempo en el que el tiempo mismo no existía y las tardes se nos escurrían de las manos. Tantos empujones, tantas risas, tantas peleas. Tantas ansias de vivir que portábamos ambos. Tanto brillo en los ojos, tanta fuerzas de la juventud, ¿Dónde estaba nuestro elixir? ¿Cuál era entonces la fuerte inagotable de donde obteníamos tal entusiasmo?
Ella, rodeada de una belleza tan fresca, como una delicada y promiscua flor. Ella, desde el otro extremo de la bañera en la que yacían, en el esplendor de su anatomía al desnudo. La prudente espuma le cubría lo necesario, y con la mirada hacia abajo y su rostro apuntando hacia un costado, se limitaba respirar profunda y pausadamente.
__Pero yo ya no quiero vivir más.__Sentenció el masculino.
Cuidadosamente, tomó el revolver en sus manos. Y sin mover un músculo, tal y como si se tratara de un simple acto vanal, apuntó a su esposa con él. La observó detenidamente por unos minutos, y decidió a tomar el impulso.
Pero algo sucedió.
Fracciones de segundos antes de que accionara el gatillo, la joven abrió sus ojos por primera vez en toda la conversación, que por cierto, se había parecido más a un monólogo personal de su marido. Fugazmente y salpicando agua por doquier, se puso de pie. Comenzó a chillar y a agitarse, y ante el desconcierto de aquel al que amaba tanto, lo mató de tres disparos. Acto seguido, tomó una toalla del tocador, y cerró de un portazo, abandonando aquel putrefacto cadáver en la inmensidad de la noche.
Fue esa indefensa flor la que revelándose hizo que probablemente, este relato no portara un final adecuado.
Pero toda rosa tiene sus espinas.

sábado, 28 de julio de 2012

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.

Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.

Eduardo Galeano

miércoles, 25 de julio de 2012

Polvo en el viento

Bien, hacía mucho que no redactaba textos de este tipo, tan explicativos, contemplativos, con semejante reconstrucción de los datos. Debo de admitir que durante los últimos meses me he dedicado más a plasmar emociones genuinas en mis escritos, despojándolos de rebuscacioneslingüísticas o facilitaciones para el lector. Convertí así en este espacio en uno muy personal, el cual no satisfacía en nada los propósitos iniciales del mismo; conectar con mis lectores, con almas o entes semejantes, ojos escondidos detrás de cada monitor leyendo y releyendo atentamente cada una línea, todas aquellas palabras que mi cabeza labra y quiere transmitir.
Comenzaré relando la obviedad de mi estado de salud. El diagnóstico llegó a mí de manera súbita y tardía, y relataré más tarde la manera y el contexto en el que este se me presentó. Porque yo no me hice así. No hay una Sol "sana" o primera, ni otra que de repente manifieste todas estas patologías. Nací con un complejo de autodestrucción tan fuertemente incorporado que me resulta casi imposible pensar vivir sin él. Es fácil desprenderse de un trastorno cuando se nos incorpora en un momento preciso de nuestras vidas. Regla de tres; locura sencilla de detectar, locura sencilla de expulsar. Pero; ¿Qué ocurre cuando la enfermedad ya es una parte de tu alma?
Una parte obscura, desterrada, que duerme prendida a las entrañas de tu ser.
Una parte calamitosa, que busca desesperadamente borrarte del mapa y dejarte cinco metros bajo tierra.
Me siento mareada y el hambre se me fue. No tengo sueño pero estoy muy cansada. La anorexia es así: te lleva, te trae, te atrapa, te deja ir. Te ilusiona, te ampara, te ilumina, te destruye.
Dije anteriormente que estaba preparada para jugar, pero no quiero que empiece la partida.
Los hechos te hacen fuerte. El dolor te enseña a sobrevivir. La debilidad te muestra cómo vivir con ella. El miedo te aferra a aquellos que te aman. Y la mente... la mente humana es verdaderamente una arpía ¡Vaya que lo es, lo fue, y lo será, al menos en mi caso!
El centro residencial de los conflictos, la fuente de mis constantes desvaríos.
Esta es mi historia, una historia sin género ni número.
Esta es la historia de cómo resurgí de mis cenizas, un humilde testimonio que espero sea de utilidad a alguna otra alma descompensada en lo profundo del espacio.


Bienvenida al infierno, Sol
Cuando volvemos al pasado, cuando sobrevolamos las angustias, es importante seguir conectados a la realidad. Y no estoy sólo rememorando mis penas; estoy penetrándolas con fuerza (o ellas a mí, en todo caso.), inspeccionando meticulosamente cada una, revisando los ecos archivados en mi mente, escuchándolos por enésima vez.
Muchas veces tengo miedo de hundirme en una dimensión desconocida, aquella entre lo absurdo y lo real, entre mis novelas y mi vida. El proceso de escritura nos aísla, debemos concentrarnos y "vivir" en un mundo diferente del resto. Entramos en contacto con imágenes del pasado, personajes grotescos, algo raros pero conocidos. Convivimos tan de cerca con nuestras vivencias que llegamos al punto límite de olvidarnos de qué día es hoy o sobre qué estábamos escribiendo.
En la literatura hay una gran tradición de viajes, no me refiero a los espaciales ni a los de piratas, sino a esos viajes que los protagonistas realizan para volver al mismo lugar pero transformados. Si algún día se escribiera la novela de mi vida, suponiendo que tuviera interés para alguien, habría que dedicarle gran espacio a este viaje que ni siquiera recuerdo en qué fecha realicé.

La noche anterior, había acomodado meticulosamente cada una de mis materias para el día que vendría. Cada folio clasificado por color, cada quehacer planificado, una carpeta inmaculadamente limpia. Un imperioso orden en mi escritorio, una obsesiva manía por la perfección. Fruncía impasiblemente los labios, como un robot poseído por el hedor de mis convicciones. Ocultaba el dolor de mis caderas, que repletas de raspones, sangre y cicatrices, aullaban echándome en la cara la miseria de mi verdad.
Mis pensamientos lograron hacerme libre, bajo el módico precio de carcomerme viva. Mis palabras me sentencian poco a poco, firman mi partida de defunción prematura.
Me había convertido en un monstruo y me encantaba.
Una figura interrumpió mi pensar. Mi madre. Dejé sobre la mesa mis tareas, para observar como atravesaba la habitación sigilosamente, casi con miedo. Me sorprendió que no le temblase el labio al decir;
__Mañana vamos a Aluba. Te guste o no. __La sentencia estaba dictada.
Y dicho esto dio un portazo, abandonándome en lo depredador de mis pensamientos. Mis padres estaban terriblemente preocupados por mis poco adecuados métodos alimenticios. Su hija había mutado en una muñeca de porcelana fría y tiesa, más frágil que el agua misma y con una tez de un blanco sobrenatural. Un torbellino excesivo de ideas se disparó en mi cabeza durante esos segundos, tantas que casi me hacen enloquecer. Todo daba vueltas a mi alrededor, el mundo mismo daba un giro de 180 grados para escupir en mi cara lo patético de mi condición. Hundí mi rostro sobre mis esqueléticas manos, y lloré como nunca en mi vida. Gemía desesperadamente. En un acto fugaz, frenéticamente, desesperada por conseguir o experimentar alguna sensación lo más parecida al alivio posible, abrí el cajón de la cómoda. Un cuaderno, dos tijeras, hilos y una que otra boludes. Me abalanzé sobre el suelo, y escribí con lo primero que hallé, lo que pude.
"Escapar. Morir. Don't make me cry. Don't make me sad. Sometimes love is not enough Hambre. Hambre, ¡NO! No tengo hambre, no existe, no quiero, no puedo, no debo, no, no no..." , Ideas suicidas, fragmentos de canciones de Lana del Rey, gotas de sudor, sangre y lágrimas. Lágrimas. Lágrimas de sosiego, de horror, de ambición, de pudor. Lágrimas de represión, acribillamiento, humillación.
Y sin siquiera planearlo o medirlo previamente, tomé la tijera y ágilmente la accioné. Mis largos y negros cabellos, que hasta el momento alcanzaban mi cintura, caían deliberadamente al suelo. Frenéticamente y sin pausa, la alfombra bordó se plagaba de largos y lacios mechones marrones. Pretendía deshacerme de todo, desechar lo que restaba de mi esencia, de mi lesa humanidad.

A la mañana siguiente, desperté en medio de desperdicios e incomodidades. Unos fulminantes rayos de sol invernal que se colaban por el rendijo de la ventana pretendían quemarme viva. Realizando un esfuerzo por despegar mis ojos, caí en la cuenta de que me hallaba tendida en el piso. Estiré mis extremidades, pero no era capaz de tomar el impulso ni las fuerzas necesarias para levantarme. Mi cuerpo sólo metabolizaba el aire necesario para vivir.
Durante el desayuno, mis padres no se alarmaron ante mi evidente cambio de apariencia. Casi parecían haber previsto mi violenta reacción. No mencionamos una palabra . En ningún punto de la jornada matinal se desarrolló algún diálogo lo bastante sólido como para considerarlo una conversación. Nos convertimos entonces en una familia fantasma, integrada sólo por tres prototipos de funcionalidad humana.
Cruzábamos el túnel subfluvial, y recordé entonces aquellos viajes a Brasil que realizamos durante tres años consecutivos. Viajes en los que el disfrute no faltó, en los que todavía tenía el valor suficiente para beber una gaseosa con azúcar o ingerir más de trescientas calorías diarias. Y entonces, ¿Era feliz? ¿Por qué, mierda, por qué no podía sentir placer de nuevo? Siquiera el calor de un abrazo o la delicadeza de una caricia me transportaría nuevamene a mi anterior realidad. ¿Era ahora una esclava? No me sentía sometida. Sólo eso, un robot con cerebro comprado por imprecisas tablas de calorías.
Paraná, que hermosa ciudad. Desde la ventanilla de mi vehículo, el panorama exterior constituía un verdadero espectáculo. Un hervidero humano de gente que me hacía sentir una verdadera turista . Entre la creciente multitud se infiltraban despreocupados estudiantes, niños gritones, inspectores de tránsito, ocupados trabajadores, apuradas amas de casa, sujetos misteriosos,personajes ocultos de la imponente urbe. Me pensaba como una suerte de visitante, un ente temporario que no pertenecía ni coincidía en nada con aquel sistema social.
Mi destino, era verdaderamente incierto. Imaginaba a Aluba como lo más parecido a un hospicio posible. Luego reflexioné, y tuve en cuenta la variante de que, si en verdad se tratase de un manicomio, intentarían vanamente ocultar esta verdad a fin de no perturbar o asustar a los pacientes en tratamiento.
Finalmente, el auto se detuvo. Las veredas con pendientes tan típicas de la ciudad, hacían de mi trabajo de caminar un verdadero suplicio. El helado viento polar rozaba mis frías mejillas y me hacía tiritar. Un calor invadió mi cuerpo al llegar, cuando un precario edificio azul se desplegaba ante mi atónita mirada. La construcción debía de haberse alzado durante los años '70, y por lo visto, no se había modificado demasiado desde entonces.
Con un nudo en la garganta, decidí interrumpir lo estático del ambiente y oprimí el botón del portero eléctrico. Tras esperar algunos segundos, una muchacha joven y de tez oscura nos recibió con una amplia sonrisa.
__Tomá asiento, María Sol.
María Sol, dijo. Odio que me llamen así.
Obedecí. Me desplomé sobre un poco confortable sillón de oficina de la pequeña sala de espera. La secretaria contestaba algunos llamados confirmando turnos para aquella misma jornada. Pensé entonces cuántas personas anuales se verían forzadas a asistir allí, y se me hizo imposible obtener una cifra acertada. Observé aleatoriamente a mi madre. Estrujaba un pañuelo de tela mientras observaba el reloj. Mi padre, en cambio, me sorprendió fijando sus ojos sobre mí. Rápidamente, bajó la vista. Se sintió descubierto, lo intuí. Las miradas inesperadas suelen dejarnos desnudos, a la deriva de ojos ajenos que hasta nos acosan. En ese preciso momento, la mujer que me había recibido se me acercó.
__María Sol__Dijo, en un tono de voz un poco más serio. Alegué su cambio rotundo de timbre al hecho de que debía de ser, en efecto, un tema más confidencial__ Necesito que completes estas fichas en privado.
¿Lo notaron? "Necesito". Ella tenía la necesidad de que yo volcara mi información personal sobre la pila de formularios que me entregaba. Pero, ¿No se trataba de una organización que actuaba de manera conjunta? ¿Por qué aislaba los hechos? ¿Qué necesidad asaltaba a aquella empleada como para que descontextualice la verosimilitud de las circunstancias tan rotundamente? Emanó en mí una fuerte desconfianza que no tardé en exteriorizar.
A continuación, me condujo a una habitación contigua en la cual divisé tres escritorios. Cerrando la puerta, me abandonó en total soledad y silencio. Escogí el primero y me sumergí en las copias, las cuales no requerían desmedidos esfuerzos mentales para ser resueltas. Eran solamente un puñado de test baratos, más de 50 casilleros, cada uno con una pregunta correspondiente. Mi única tarea era leer detenidamente y marcar con una cruz, a modo de afirmación.
Una vez lista mi ficha de identidad, la entregué y volví a tomar asiento.
Esta vez, fue un hombre de más o menos cuarenta años de edad el que pronunció mi nombre. Su voz era caspia, fuerte y detonante. Llevaba anteojos y pelo más o menos largo. Una barba incipiente coronaba su imagen, la cual al parecer, dejaba crecer a propósito.
__Soy Sebastián. El terapeuta.
Luego de una serie de saludos y presentaciones de cortesía preliminares, ingresamos a su despacho.
Extendió entonces sobre la mesa un formulario de inscripción con dos casillas en blanco, aguardando a ser firmadas.
__Va a quedar en la historia clínica. La decisión está en ustedes.


Una sana cura
Esa misma tarde, me la pasé pintando. Desplegué tres amplios lienzos sobre las maderas de pinotea de mi cuarto, y dejé que mis pensamientos guiaran lo fuerte de mis trazos. Líneas rectas sin final, caminos entrecruzados, manchas de acrílico desperdigadas por doquier.Mi doctora llamó por la tarde. Manifestaba una creciente preocupación por mi salud y expresos deseos de verme ese mismo día.
Desganada, mi madre aceptó llevarme.
__¿Tenes planes para esta tarde?__Me preguntaba más tarde en la sala de espera.
Luego de meditar unos segundos, contesté desinteresadamente:
__Gimnasio.
Quería torturarme. Quería explotarme. El reloj movía sus manecillas y parecía convertirse en algo insufrible. Calcé ambos auriculares en mis oídos y decidí torturarme con el volumen bien en alto. Pasados unos minutos, desaparecí. Me fui del planeta tierra. Me perdí en un mundo aleatorio en el que sólo existíamos la melodiosa voz de Sting y yo. La mano de un médico me hiso volver a la realidad.
__¿Estás atendida? __Preguntó con notoria preocupación.
__No.
El efusivo e instantáneo acto de rascarse la nuca, delató un notorio nerviosismo. Enfocó sobre mí una mirada colmada de ternura. Me recordó a un abuelito preocupado. Se dirigió hacia mi madre.
__Esta chica no está bien. La vamos a hacer pasar.
¿Pasar? ¿Pasar a dónde?
Caminé. Caminé ante los rostros cargados de odio que se posaban ante mí.
La doctora me recibió, como siempre, tratándome de princesa. Sus rubios y enrulados cabellos brillaban aún más con la tenue luz fluorescente del despacho. Con una notoria preocupación, oía las explicaciones de mi madre. Su boca se entreabrió, casi en un acto reflejo, al fijar su atención en mis enormes ojeras. Me tomó de la mano y me indicó recostarme sobre la incómoda camilla. El frío metal quirúrgico del estetoscopio rozaba ahora mi espalda, provocándome una incontenible avalancha de escalofríos. A continuación, ubicó sus manos sobre mi estómago, ejerciendo una fuerte presión que me generó cosquillas. No pude ocultar una breve carcajada. La doctora entendió, y me sonrió. Me invitó a subirme a la balanza, y anotó todo.
__Yo no puedo seguir así. Estás seis kilos fuera de tu peso normal.
Me desplomé sobre el escritorio y sin planearlo, sin pensarlo, sin importar enseñar tan a flote mi evidente sensibilidad, comencé a llorar incontrolablemente.

Aquel fin de semana que pasé como interna en el sanatorio, fue un período de descanso temporal. La mayoría del tiempo temblaba y me quejaba de las rasposas sábanas.
Las noches en el sanatorio eran largas y frías. Despiadadas voces asaltaban una vez más mis sueños convirtiéndoles en amenazantes pesadillas. Inquieta, me volteaba sin cesar en lo que más se asemejaba a mi futuro lecho de muerte. ¿Me encontraba aún con vida? ¿Mi pulso continuaba su normal circulación, obviando la punzante aguja de suero que habían insertado en la vena de mi brazo?
There is no pain you are receding.
a distant ship, smoke on the horizon.
you are only coming through in waves.
your lips move,
but i can't hear what you're saying.
Caras conocidas atravesavan el umbral de la puerta 130, con una confusa mezcla de asombro y miedo. Todos traían alguna novedad, algo nuevo que contar, algo nuevo para hacer. Rostros que solía ver afuera, pertenecientes a la antigua cotedianeidad, cuando todavía era libre y creía tener control sobre mi vida. Ojos que derrochaban ternura, algunos reproche, otros lástima. Recibía entonces sólo la clase de mirada que se le dirige a una enferma, a una condenada, a una loca.
Y justo cuando creía que me encerrarían en un hospicio de forma permanente, un par de ojos oscuros irrumpieron en la escena.
El sonar de sus pasos se marcaba lenta y cuidadosamente, al compás de los latidos de mi arrítmico pero activo corazón. Llevaba el mismo pesar en su espalda y en sus labios. Se rasacaba indiferentemente la nuca, con la cabeza gacha y mirando fijo hacia algún punto indefinido del espacio. Siempre con esa frescura y levedad sobrenaturales, con ese toque tragicómico que tan bien conocía, más lijero que el aire mismo y tan enfermizo como la muerte.
La gente murmuraba, los visitantes pretendían animarme o alentar la mejora de mi decaída salud.
Pero yo ya había hallado mi perfecto consuelo.
Entre sonrisas, le ofrecí una hoja y un lápiz de color.
"Virus", rezaba.
Entonces no tuve necesidad de preguntar nada.


Escondí aquella hoja meticulosamente en un cajón, asegurándome de que nadie tuviese contacto con ella. Todavía la preservo, y cada tanto, la contemplo nuevamente. Es la prueba más cercana de que los sentimientos genuinos tienen la particularidad de resurgir en el punto límite entre la vida y la muerte.
Mi tía me acompañó durante el almuerzo de la jornada siguiente. Yo estaba emocionada, hacía tanto que no nos veíamos y no charlábamos de nada. Ella ha sido mi sostén emocional en tantas oportunidades, y la verdad me hallaba en una terrible deuda. Fue una gran noticia el saber de sus planes y que mas allá de sus visitas breves, dispondríamos de un tiempo a solas para dialogar.
__Te traje algo__Me dijo al llegar.__Para que no pierdas la cabeza.
Y en un gesto cómplice, sacó un cubo mágico de adentro de su bolso. Me pregunté como habría de conocer tan a fondo mi temperamento, ahondando más allá incluso de lo que yo era capaz de dilucidar sobre mi mente.


Comienza lo difícil
La noche del 26 de mayo, luego de cenar, las enfermeras me informaron que la doctora se había comunicado y había ordenado que al día siguiente me dieran el alta.
Salí del sanatorio extaisada, cantando a voz viva "Soy libre" y realizando lo que parecía una versión libre de Singing in The Rain. Los peatones me observaban, divertidos y burlones. No me importaba. Entre inútiles advertencias y pedidos de mi mamá, corrí hacia el auto, despeinada, empapada, con los músculos congelados. Era libre. No existía fuerza en el universo capaz de detener mis rápidos pies, que se deslizaban cada vez más apresuradamente a través de las cuatro cuadras de distancia entre el sanatorio y mi auto. Al llegar a él accioné la manija. Luego de varios esfuerzos, me agité notablemente. Un escalofrío de horror me recorrió al comprobar que no poseía las fuerzas necesarias para abrir la puerta de mi propio vehículo.

__¿Fumás?
__No.
__¿Drogas o alcohol?
__No.
__¿Te masturbás?
__No, hasta donde yo sé.
__¿Tenés perforaciones?
__No.
__¿Tatuajes o flagelos al cuerpo?
__No
__¿Sentís voces?
__Sí.
__¿Qué clase de voces?
__....
__¿Como fantasmas?
__No sé...
__¿Qué te dicen?
__No sé... me llaman, gritan mi nombre.
Me llaman, me congregan, me invitan a participar de ellas.
Era ahora un terapeuta entrenado de Aluba el que se presentaba ante mis ojos, inúndandome de interrogantes que jamás me había planteado.
Aluba es, fue, y seguirá siendo para mí lo más parecido a una institución militar. Los primeros días consistían en colgarnos de las rejas y gritar. Todos los que estábamos ahí nos regocijábamos de nuestra situación. Éramos un puñado de inmaduros, hijos problemáticos, hermanos peleadores, ovejas negras de la familia. Yo y una bola de inadaptados sociales, a los cuales nuestro propio sistema nos excluía temporalmente para recuperar nuestras consumidas mentes.Luego comenzamos con las sesiones de terapia, en las cuales nos emparejaban al azar para exteriorizar nuestros miedos. Entonces yo tenía que contarle mis problemas a la loca de la bicicleta.
"Me compré una bicicleta fija, para acelerar mi metabolismo basal. Sí sí, entonces, gasto más. Ana es mi mejor amiga. No la dejaría por nada en el mundo. La bulimia es hermosa, esto es una mierda..."
Sí, claro. Sigan soñando.

Sólo el tercer día todo eso comenzó a tener un especial interés de mi parte. Fue el día en que conocí a el demonio más hermoso de todos los tiempos.
Sabrina era una joven con finos rasgos de mujer. Su cuerpo era asimétrico, y como no podía ser de otra forma, delgado. Llevaba siempre un gorro de lana negro en composé con sus destrozadas uñas, y escondía sus muñecas con cientos de vendas o guantes. Su nariz era pequeña, sus labios finos y perfectos, su cabello largo y oscuro. Era un personaje que había escapado de la televisión, una utopía imposible de ser cierta. Sabrina era rebelde, irreverente, exquisitamente testaruda. Cuestionaba a todos y a todas. Llevaba dos años encerrada allí, y ya nadie sabía que hacer con ella.
Aquella mañana no me encontraba capaz de probar bocado. Mi resistencia provocó revuelo. Sebastián se sentó a mi lado, y no disminuyó la persistencia en insistirme en que comiera. No podía. Simplemente eso. Pasadas unas horas, consumí su paciencia; tomó el tenedor e insertó amargamente la barra de cereal en mi boca. Traté por todos los medios de escupir, vomitar, arañar. No podía. Me sujetaron como una sicótica, y acabé por tragar.
Luego de desechar mi dignidad por completo, me abandonaron en total soledad. Tendí mi rostro sobre la mesa.
__Soy Sabrina. Ella es Luli. ¿Sos la nueva? ¿No?
Me limité a asentir con la cabeza.
__No te preocupes por Sebastián. Es un facho, un cualquiera. Yo entré acá por anorexia, y ella por bulimia.
__¿Hay muchos bulímicos?
__Que yo sepa, no. Sólo ella y Walter, el que ves más allá.__Y señaló a un muchacho que reía en el extremo opuesto de la habitación.__ El tratamiento es el mismo para todos, igual de desastroso. Recibimos exactamente la misma terapia que un drogadicto: te sacan la plata, entrenan a tus amigos, a tus viejos. Te fuerzan. Te fuerzan a comer, a manifestarte, a sonreír.

Entre luces y sombras (Espejito, espejito...)
La amistad con Sabrina crecía y crecía. Siempre poseía esa objetividad y ese descaro para expresar su pensamiento, esa lucidez tan demoníaca que la caracterizaba.
Nos divertíamos como dos nenas, nuestra amistad fue lo más inocente y precioso que conocí en mi vida.
Cierto día en el cual contábamos con la compañía de Camila (una nena de nueve años, créase o no, que ocasionalmente se unía a nuestro suplicio coidiano) algo espeluznante asaltó nuestras cabezas. Mientras la niña nos llenaba de besos y dibujos, Walter peleaba con Johana, una ex-bailarina de ballet clásico, frustrada en su profesión y en todo lo que hacía. En un ataque de histeria, Walter abrió la puerta y los cinco, aprovechamos la ocasión para huir. Llegamos hasta la plaza, y gritamos a más no poder. Nos encontramos resposando sobre la levedad de los verdes jardines de Paraná. Entonces la vi. La contemplé empujando su sedoso cabello hacia atrás y con los ojos entrecerrados. Repleta de sol, de naturaleza, de vitalidad.
Los terapeutas jamás supieron de nuestra travesura.

__¿A vos te sirve esto? __Me preguntó mi mamá una de esas tardes, mientras lavávamos la vajilla.
__No me siento contenida __Admití.
Luego de reflexionar unos segundos, la determinación estaba tomada
__Lo importante es que progreses, y creo que ahí no lo vas a hacer. Prefiero que veas a una sicóloga y a una nutricionista particularmente, por más que la obra social no lo cubra. Eso no te está ayudando en nada Sol, está lleno de chicos con más problemas que vos que no te van a conducir a nada bueno.

Por la noche, la luz de la luna me azotaba y me hacía pensar en mi mente gemela.
Espejito, espejito. ¿A quién ves hoy?
"Dejá de pensar como una protagonista de una historia de amor o drama y empezá a pensar como alguien que se da cuenta de lo simple y fácil de entender qué es el mundo real."
Si yo era culpable de un virus infeccioso, ¿Por qué él me había abandonado? Desde el primero de marzo fatídico en mi vida, no hubo ni un solo día en el que no recoradara a esos oscuros ojos que me seguían y me hacían tiritar. Qué burda es la condena de amar. Qué idiota nos vuelve el aferrarnos a un ideal a sabiendas de nuestra imposibilidad de obteerlo. Siendo consciente de que escupirías sobre mi rostro si contaras con mi presencia física, aún así no dejaba de amarte. Juntaría esos restos de saliva con ambas manos y la conservaría cuidadosamente. No quería comida, me faltaba alimentarme de tus caricias. No me tenía sed, me faltaba beber del elixir de tus labios. Precisaba oír tu voz, dejar que tus cuerdas vocales acaricien mi nerviosismo. Querer colmarme de vos, me condució al desequilibrio extremo. Gente tóxica, ¿Existe? Éste era un ejemplar muy notorio. El hombre de mis sueños, el virus, mi peor enemigo.

La mañana del día 29, como todas, comenzó con la revisación médica. Nos pesaban, nos medían, nos revisaban la garganta para comprobar que no hallamos adquirido nuevos "hábitos".
Mi compañera más fiel, la chica del lunar en el rostro, mantenía el semblante bajo. En ocasiones anteriores, aprovechávamos el control clínico para bromear o molestar al personal de salud. Lanzábamos comentarios acerca de lo patéticos que se veían con aquellas batas blancas, o qué tan loco sería que el guasón irrumpiera en la sala, reemplazando secretamente a alguna enfermera.
__Hey, ¿Qué te pasa?__Le pregunté una vez que nos liberaron.
Una lágrima rodó por su rostro. Me tomó el brazo con una fuerza impresionante, siendo incapaz de lastimarme con sus magulladas extremidades.
Nos sentamos juntas en el comedor, como de costumbre, pero no dirgió una palabra a nadie.
En Aluba realizaban ocasionalmente una especie de manifestación colectiva, denominada asamblea. En aquella terrorífica exposición de problemas, los terapeutas aparecían en la sala. Se sentaban alrededor de una mesa, y nos examinaban.
__Sabrina, ¿Querés contarme como fue tu semana?__Preguntaba Betty, una vez finalizado el almuerzo.
La chica no pudo contener el llanto. Y en medio de la sorprendia multitud, la impaciencia de los psicólogos y mi desconcierto, vomitó su verdad.
__No puedo dejar de inyectarme.

Todo cerraba a la perfección. Sus cortos períodos de no lucidez, la desesperación de su madre y sus hermanos, su creciente insistencia en que probara la cocaína, su campaña pro-drogas, sus muñecas, las cuales supuse llevaban cortes de simple aburrimiento. Y yo, Dios, había sido tan ciega. Sabrina era adicta a la heroína.


Crecimos

Luego de la infernal confesión de mi amiga, la policía no tardó en intervenir. Y por la policía me refiero a las autoridades de la institución, quienes determinaron que su estadía en el lugar se incrementaría notablemente. Transcurrieron días en los cuales todos nos dedicábamos a contenerla. Miriam, una mujer cuya edad rondaba los 50 años y padecía de sobrepeso,contemplaba absorta la escena.
__Sos joven. Sos preciosa. No puedo soportar que te desperdicies así. __Le decía.

Cuando llegó el momento de mi despeduda, saludé a todos de una manera particular. Todos eran especiales, diamantes en bruto esperando a ser pulidos y relucir. Relucir como el viento, relucir como las blancas nubes que cubrían el cielo la mañana en la que abandoné Aluba.
Walter prometió regalarme un CD de Fito, o enviármelo por encomienda. Analía no me quería soltar. Johana quería meterse en mi baúl. En cuanto a Luli, lo último que la escuché pronunciar fue que temía padecer cáncer de esófago. Su vómito la complacía y tenía las fuerzas suficientes como para dominarlo.
Como última cosa y minutos antes de subir al auto, me acerqué a la hermosa criatura de semblante bajo, que ahora, parecía haber vuelto a su estado natural. Sabrina me sonrió.
__Esta tarde voy al siquiatra. Me van a meter pastillas hasta por el orto.
Me apretó fuerte la mano.
Y tras asegurarle que en algún futuro hallaría la manera liberarla, partí.
Jamás cumplí mi promesa.

jueves, 28 de junio de 2012

Dejenme hundirme en mi mierda

Asfixie
Trago saliva. Cierro los ojos y miro hacia el frente.
¿Por qué les encanta apuntar con el dedo? ¿Y es que nadie más se da cuenta? Les parece precioso dejarse vivir en una permanente dictadura, dirigida por un par de cerebros más hábiles. No son más que el contagio de algún maldito estereotipo, plagas que sus supervisores al mover el dedo índice les han enviado. Sus cuerpos se han dejado levitar, sus mentes mueren de sed, sus pies se deslizan sigilosamente al compás de sus asquerosas mandíbulas, que articulan una especie de gritos guturales en un frenesí de querer conseguir la tan ansiada libertad humana.
Pero, ¿Cómo cuestionar a la divinidad?
Cierra la boca, tapa tus oídos, camina de frente y escucha con atención.

Esto es así porque yo te lo digo y es imposible de cuestionar. Tu elección está en creer cada palabra o te van a condenar,
Hambrientos cuervos celestiales se encargarán de tu final.


miércoles, 20 de junio de 2012

Sín titulo I

Mientras transcurren las fracciones temporarias, me cuestiono. Encontrarle un placer a lo morboso. Deslizarse por los siniestros y pronunciados caminos de la agresión. El sadomasoquismo, qué delirante placer.

Es hallarle satisfacción al lastimar propio. Es regocijarse en cada lamento, satisfacerse en el consumo lento y prolongado de la carne que no es ajena. Constituye el más precioso de los suplicios, una suerte de incomprendida contradicción a lo largo de los siglos, en la cual aquellas almas que la padecen enfocan todo su ímpetu en la flagelación propia.

Olviden la cordura, olviden el rencor. No hay tiempo para actuar convincentemente en la telaraña de delirios de los que no conseguimos hilvanar un pensamiento a otro.

Dios sabrá de los inminentes peligros de aquel hombre que no consigue controlar sus pensamientos, dejando que estos se escurran cual manada salvaje de inmensas praderas.

Intentar ocultar

O bien, el olvido...

sábado, 16 de junio de 2012

Sangre

Gemidos espectrales provenientes de algún rincón oscuro de esta podrida ciudad venían hacia mí.
La noche del 15 de junio era una arpía.
Tomé el picaporte entre mis manos, y ejerciendo la presión justa, lo accioné. Una despiada brisa nocturna me recibió con su abrazadora fuerza, torciendo mis tobillos y dificultando gravemente mi caminar. Apreté los puños y entrecerrando los ojos a causa del viento, tomé la notoria determinación de cruzar el helado pavimento. Los árboles se mecían, hojas secas flotaban, alguno que otro sonoro estruendo disipaba mis dudas sobre un tal vez inexistente accidente automovilístco. La fragilidad del ambiente me producía asco y me impulsaba a apresurar mis pasos. Pero por más que deseara adelantarlo todo, la secuencia se desarrollaba paulatinamente más despacio y el torturante suplicio de no parecer avanzar me apoderaba. El saber que un reconfortante abrazo me esperaba en la cuadra siguiente me daba fuerzas para continuar, pero aún así, no bastaba para saciar mis frenéticos impulsos de escapar. Y justo cuando creí que la secuencia era ya insostenible, mis ojos lo encontraron. Entonces me desconcerté. En esa fracción de segundo, juro haber sabido que algo no funcionaba bien. Intenté ocultarlo y convencerme de que aquello no eran más que impresiones mías.
Me agaché a su lado, lo sostuve. Acogí a sus fríos deseos de querer, respiré de la tóxica frustración de un amor no correspondido, uní esas magulladas y sangrantes extremidades a las mías, consciente de que los atemorizantes deterioros físicos eran sólo una mínima parte de los estragos que se desataban en su interior. Y mientras oía sus suaves gemidos en mi oído, deseaba tener tantas respuestas a sus interrogantes como a los míos. ¿Por qué?
¿Por qué los sentimientos bellos son tan efímeros? ¿Cuál es la causa de que duren tan poco? ¿Cómo un ser humano podía quebrarse de aquella forma?¿Por qué quien había sido por tanto tiempo mi sostén se desplomaba allí, en esa patética y mugrienta vereda, en la que estoy segura, tantos recuerdos de un amor debían de habitar?
No sentía pudor al mostrarse en su faceta más íntima, despojado de todo prejuicio, tan desnudo o más aún quizás que en aquellas tibias tardes de otoño que nos dábamos el lujo de compartir. El dolor lo resquebrajaba en mil pedazos, que en su desgracia, no conseguían siquiera desperdigarse lejos para convertirse en polvo.
Me aferré lo más fuerte que pude a su brazo. Ahora eran dos las figuras que, desconcertadas y perdidas en medio de la niebla, no dejaban de temblar. El mundo había pasado a convertirse en un lugar horrendo e inhóspito. La acera nos deboraba y en su frenesí por destruirnos, parecía intetar clavarnos sus garras.
Y en ese último cigarro que encenció, lo vi claramente.
La raída llovizna, el constante pabullar de las bocinas, las confusas luces que entorpecían nuestro derrotero y nos mareaban. Todos formaban parte de un estado que me creo capaz de resumir en una simple oración.
El sentir un alma escurrirse entre mis manos.

martes, 5 de junio de 2012

Lo patético de esperar.

Pobre de aquel que espera
Pobre de aquel que con la frente en alto, vive a la expectativa de algo, pendiente de una realidad que bien sabe dista de la suya. Que flotando a la deriva de su pesar, no consigue despojarse de la pesada densidad de sus actos pasados.

domingo, 22 de abril de 2012

Fantasmas de un ayer

¿Dónde quedó aquella Sol imaginaria de épocas remotas? Tiempos dorados, dulce e insensato imaginar de mi estúpida persona. Si planifiqué tan a temprana edad un bosquejo general de mi próximo futuro fue culpa del evolucionado pensar con el que transito. Es tan sencillo saber cómo reaccionar ante diversas situaciones... lo que realmente cuesta es llevarlo a cabo en el vivir real y cotidiano-
Verán, cuanto más segundos transcurren del presente, más caigo en la cuenta de que siquiera podemos darnos el lujo de ser conscientes de ello. Eso es lo que me llena de culpa. Cuando vuelva a abrir los ojos, me encontraré bajo tierra y en un cajón de diez centímetros de ancho, con apenas un prudente espacio para mover mis ya muertos pies. La vida sigue su recorrido y no logro ser parte de ella. Me convierto poco a poco casi en un objeto fijo e inamovible de la naturaleza humana, encadenado sin pudor a la superficie.
Érase una vez una infante atascada en el interior corporal de una temprana adulta. En medio de una espesa lluvia, se balanceaba inquieta, tratando inútilmente de encajar en su voluble entorno. Una sólida estructura de hierro se montaba ante sus ojos. Era, simplemente una montaña rusa de considerable tamaño lo que perturbaba su estabilidad emocional.
Se fue. El viento me despojó de tu oscuro mirar, casi tan gris y profundo como el mío, acompañado como no podía ser de otra forma, por ese tenor tan desafiante que nos caracteriza. Maldito rasgo común en ambos con el que jamás fuimos lo suficientemente razonables como para lidiar.
El lujurioso desgarrar de tu partida provocaba estragos en mi entorno, que en su compulsiva tiranía, se desmoronaba sobre mí. Yo, que me había construido un castillito de princesas. Yo, que habitaba en mi patético y maravilloso mundo de mentiras, ¿Por qué jamás quisiste ser una de ellas? Supongo que la cruda realidad te alimenta mejor que mis maléficas maneras de endulzar oídos.
"Ahora te tenés que poner bien" Me susurró la doctora luego de besarme la frente. "Tenés que alejarte de esos pensamientos. Porque eso es lo que son, fantasmas."
Creo que es un buen momento para presentar ante los jueces mis monedas, y montar la montaña rusa una vez más.

martes, 3 de abril de 2012

Cadenas al cielo



La frustración tiñió aquella fría noche de un color ocre. La velada que se desarrollaba estáticamente nula modificó su usual recorrido.
Abro la puerta, dando comienzo a una nueva situación. Me despojo rápidamente de mis ropas, mi bolso, todo aquello que represente una carga significativa en mi endeble unidad corporal. Mis agotados músculos yacen entonces sobre el trillado colchón barato de mi habtiación. Suave y calma superficie en la que he alivianado mi consciencia, elaborado sueños, diseñado fatasías . Mi colchón. Fiel objeto de ornamentación rústica. Mi mejor testigo y confidente sobre el que desesperados llantos de impotencia deposité en despiadadas y largas lunas de invierno. Si alguna vez sucumbe en ustedes el oscuro arrebato de conocer alguno de mis más íntimos cometidos, recurran a su magullado telar. En esos viejos hilos que carecen ya de un color visible a la luz, se redacta un satírico epílogo de mi desquiciado historial.
Pero esa noche no había argumentos ni ganas de apresurarme, menos entonces intenciones de dialogar con mi lecho nocturno.

En la ventana subyaciente a la cómoda, un nuevo ocaso resurgía de las cenizas del inexistente anochecer. Pocos rayos solares en medio de la poco sensible penumbra. Mi conciencia se dispone a confesarle lo sucedido y jura hacértelo saber. Preguntas sin respuestas asaltan de dudas mi pensar, y mi coagulado, amarillento, cadavérico pecho sin ánimos de sangrar ya.
¿Sabrías entonces que no hay amanecer en el que no despierte con tus ojos en mi mente, tus labios sobre mi espalda? ¿Sabrías el peso con el que han de cargar mis pies cada mañana, expulsando su agotamiento sin un solo rastro de dolor, las llagas que brotaron de mis entrañas pidiendo a gritos tu regreso? ¿Sabrías acaso, cuantas débiles lágrimas he derramado en tu nombre, cuanto amor y cariño transmití a tus pupilas aquellas interminables ratos en tu compañía? ¿Te diría ella cuanto te deseé en mis prolongados y monótonos días, ingenua aprendiz de la sabia y paciente melancolía, retazos de abrazos consumados en la tediosa rutina? ¿Serías entonces consciente del enorme placer que conforma el pensarte con vida, soñarte a mi lado, valerme de borrosos recuerdos para subsistir en medio de mi deplorable entorno? ¿Sabrías todo lo que he dejado por tenerte, personas que desafié, momentos que desperdicié, pasados que abandoné...? ¿Podrías entonces, divisar las cicatrices, raspones que me han provocado los escombros en los que me abandonaste? ¿Sabrías lo peligroso de transitar por la senda usual del vivir en compañía de un corazón maltratado, un alma hecha pedazos, un sentir que agoniza cada vez que oye la sola mención de tu nombre?
"Si me preguntan, qué fue todo este tiempo para mí... un sueño del cual no quiero despertar. Una fantasía, algo irreal, sentirme vivo por primera vez."
Solté a mi penado espíritu, di rienda propia a mi libertad. Amputé de mi ser aquellas desvencijadas y añejas cadenas, esas que condicionan al hombre a mantener sus ojos abiertos, el corazón latiendo, su pulso al día. Juro pude prescenciar el milagro del existir, un espectáculo que te aseguro no imaginaste ni en tus más escalofriantes pesadillas.
Así fue como puse fin a la masacre terrenal de vivir.

viernes, 30 de marzo de 2012

Momentos Antes de Morir-

Una típica conversación era la que manteníamos. Forzados a encajar en los códigos que nos arraigaba nuestra patética sociedad, charlábamos vanamente, ocultando entre las sombras lo frágil del delicado ambiente. Alcohol, aire frío chocando contra el calor. Suave piso en el que mis extremidades descansaban, tus cavidades intraoculares fulminándome. La timidez de un amor adolescente, la incomodidad de saber que me observabas, la fortaleza de encontrarnos totalmente en soledad. Extendiste tu suave mano, y al brindarte la mía conectamos una vez más. Contemplé mi hogar en tu suave palma, inundada de roja sangre comprimida dentro de tus santos coágulos. Mi necesidad primaria era mantenernos a salvo, conservar la preciosidad y la pureza de rozar tu piel.
"Si sos feliz, yo también lo seré" Repliqué ingenuamente.
Tu mal genio se interpuso entre nuestro ser colectivo, rompiendo toda la magia de tenerte. Tiró efusivamente del cable que te conecta a tierra, y consiguió extriparte el alma a carne viva. Él era el que te dictaba al oído que cometerías un grave error, inundándote de miedos y dudas. Él te obliga a mantener absurdos amarres de prudencia aún cuando no debes. Él impedirá tu esperada entrega y encenderá una agobiante desilución en mí.
"Lo nuestro terminará acá."
Cuatro palabras, una oración que repiqueteaba en los confines de mi mente. Mis pupilas se dilataron, las glándulas lagrimales exigían más y más participación. Y mi inocente mundo se desplomaba conmigo consciente de una brutal verdad una vez más. Lejos de detener mi pausado asesinato, me hallaba petrificada. A continuación, mis pisadas retumbaban, un gélido sonido era desprendido cada vez que mis pies chocaban contra la fría madera de la escalera modular. Mis mirada me traicionó y me guió hacia donde te encontrabas actuando normalmente. Perdido en la escasa muchedumbre de personas, sumándote a la multitud. Te perdía en medio de figuras ajenas, voces pertenecientes a siluetas desconocidas, fantasmas de personas que podría haber llegado a conocer y ahora amenazaban amordazarme con sus garras y espinas. El infierno terrenal no me permitía mantener la calma. Asfixiada. Prisionera una vez más, atrapada entre los barrotes de la celda que me asignó tu negación rotunda.
Transcurridas ya unas horas de la tortura de serte indiferente, pensé en ponerle un punto final al precio que debía pagar para tenerte. Me armé de valor como nunca antes en mi existencia. Cerré mis puños. Mis pies se movían solos. Ciega de rabia, te grité las cosas más hermosas que jamás hubiera imaginado. Botando mi diginidad al basurero, supliqué que no te fueras. Balbuceé un "te quiero" que para mi sorpresa, fue bien recibido por tus labios.
Lejos de manipularte, temía que malinterpretaras mi mensaje. Me explayé como nunca lo había hecho hasta entonces. Supongo que en estas situaciones en las que la capacidad íntegra de cada ser humano es llevada al límite, solemos enfocarnos un cien por ciento en cumplir nuestro objetivo, en mi caso llegar a lo más profundo de tu ser. Provoqué con mis sentidas palabras un estado de inconciencia en tu mente, te jugué una mala pasada, logré que te replantearas los motivos que tuviste al partir. Fueron mis sentimientos más puros los que te enlazaron y te obligaron a quedarte. Mi aspecto deplorable, nuestro poco cuidado físico a aquellas alturas, pequeñas cosas a un lado. Prometí cuidarte y el recado sigue en pie, impulsado por mi firme sentir y la convicción de mis intenciones. Mis temblorosos pulgares acariciaban tu afiebrado rostro, tan cansado como el mío.
Pasados unos minutos, horas, quizás segundos, era momento de comenzar nuestro retorno al planeta tierra. Una súbita medicina, la mejor droga a la que me he visto potencialmente adicta, el más suave elixir que me alimentó y me otorga hoy fervientes deseos de conseguirla nuevamente.
Te recostaste y te rodeé con mis brazos. ¿Un beso? Era increíble lo poco que podría significar un simple roze de labios evaluando la infinita gama de sensaciones que acababa de vivir. Vi entonces proyectarse mi vida entera; alegrías pasadas, sueños frustrados, orgullo y pasiones contenidas. Una parte de la persona que estaba sentada mirándote se desprendió de mí. Completaba mi primer redacción en el jardín de infantes. Acto seguido, la estridente risa de mi primo jugando con chascos navideños. El tiempo se escurría entre mis manos, y divisaba entonces a mi estereotipo de la lujuria molestando una vez más. Una pequeña y tímida niña se asomaba del regazo de su madre al comenzar su primer día de clases en un nuevo colegio. La escena se modificaba nuevamente, podía divisar una herida adolescente llorando a causa de indebidos impulsos que se tomaban contra ella. Caí en la cuenta de que e lo que restaba de mi incierta vida nunca experimenté, ni volvería a experimentar algo semejante sin tu compañía. Y si no volvía a tener el privilegio de brindarte mi amor, se me haría imposible de todos modos borrar de mi memoria una viviencia de aquella intensidad.
Y no se asusten, mis queridos y silenciosos lectores, si no alcanzan a comprender el jeroglífico que mis retorcidas palabras esconden y se mueren por contarles a gritos. Sobre los acontecimientos sucedidos aquella inestable velada, he confesado únicamente lo preciso. Él lo sabe, yo también. Eso es más que suficiente para una triste mortal atada a tantas cargas emocionales, que experimentó por segundos, la magnífica sensación de tocar el cielo con los ojos.

sábado, 10 de marzo de 2012

Metamorfosis adolescente

Rumbo a las cornizas, dejando que mis delicados y casi descalzos pies se deslizen sobre los cielos. Aquellos lugares de intensa profundida donde su nombre aún suena y en el que según lo que comentan, le vendió su alma al oscuro.
El demonio a la vuelta de la esquina, dos manzanas más. Derechas y firmes, el oír de sus denigrantes pisadas me adentraban cada vez más al infierno. Los viles encantos me despojaban, pretendían entonces desterrarme a ese bizarro universo en el cual estoy segura figuraban aquellas lujuriosas intenciones. Sometida a sus caprichos, aguardé dichosa la llegada. Con los brazos abiertos, la idea de que el demonio arribara no logró perturbarme. Más tarde lo averigué, su fama de ser avejentado no le juega en contra... contuvo secretamente su cometido durante tan prologando tiempo...

sábado, 3 de marzo de 2012

El mesías, la mejor mentira jamás contada.


En el medio de esa poco discreta vereda, asqueroso espacio público. Dos figuras bajo los tétricos y precarios reflectores humanos, prueba fija y fácilmente palpable de que el amor existe aún apesar de el inminente avanze de la modernidad. Tu suave y hechizante aliento, bendita respiración que recorría lentamente cada célula epitelial de mi cuello. Mi pensar se nublaba súbitamente, ocupabas mi capacidad de reacción. Me obnubilaste con viles cortesías físicas, me convertiste nuevamente presa de tus mentiras, ingenua e incondicial esclava a nuestras pasiones.
Tus extremidades acariciaban mi torso con ternura y delicadeza, pausadamente y sin apuro. Manos. Dos cálidas, casi maternales extensiones corporales y sus destrezas al rozarme bastaron para quebrantar mi ser. Sometida a tus caprichos, resginándome a conformar la parte más vulnerable de la relación, depositando mi templanza en tus manos.
La seguridad de que mi obscuro pasado no se daría a conocer durante las horas que pasara a tu lado, me mantenían más serena y conforme que nunca. Ni un signo de miedo, ni un presagio de angustia o dolor se cruzaba por mi pensar al contar con tu entrega. Confié ciegamente, anulé mis sentidos una vez más y descarté la vana posibilidad de que todos mis mecanismos de defensa en el futuro respondieran por mí.
__Estás perfecta. __Esos ojos no mentían. Reconfortados en sus inocentes ansias de amar, no cesabas en reprimirlos. Destilaban frenéticos aullidos, impacientes por cumplir su cometido.
__¿Qué? __Incrédula, no contuve una descreída expresión.
__Vos. Toda.
Les daré a elegir, tenienedo en cuenta lo patética de mi situación, entre dos analíticamente factibles estados de supervivencia; ¿Es preferible manterse con vida en base a una perfecta mentira? ¿O acabar consumiéndose en medio de la despiadada y ardiente verdad?
Nuestra conexión fue superma, pero la credulidad es definitivamente cosa de tarados.

Más Adentrada a lo Miserable

Recogiendo los lánguidos y muertos restos de lo que alguna vez fui, formulo la siguiente incógnita, ¿Qué es lo que sucede cuando la persona a la que entregamos nuestra vida entera sólo nos desea a cambio de vulgares e indignos favores? ¿Qué es aquello que sucede, me pregunto, en el momento en que todo ese amor se desploma en un par de oraciones? Mi humillante silueta sólo medigaba asquerosamente un poco de barato amor.
En mi épica alucinación las estrellas bailaban al compás de una misteriosa melodía, el inquieto y travieso césped me jugaba una mala pasada, mis piernas no parecían desear continuar moviéndose. La ingesta de alcohol comenzaba a surgir efecto en mi organismo en una situación poco oportuna. Y allí mismo, con las enteras constelaciones que en tantas oportunidades había estudiado recobrando una funcionalidad de testigo, adoptando el rol accidental que tantas veces lograba quebrarte, amarré fuerzas de donde no las había e intenté no trabarme al decir...
Te amo.
Yo no.
Never opened myself this way, life is ours, we live it our way
Forever trust in who you are... and nothing else matters.

lunes, 6 de febrero de 2012

Dejame hacerte feliz.


Miedo.
Tus marrones y profundos ojos aromatizaban el frágil ambiente que nuestras almas se habían apoyado la una en la otra para construir. Recuerdo tu olor, tus gestos, tu apariencia: te observé por prolongadas fracciones de tiempo sólo para ser capaz de mantener aquel momento vivo en mí provisoriamente, pues bien sabía que más tarde precisaría volverlo a la vida. Debía de portar un justificativo para cuando mi cerebro me exigiera explicaciones acerca del dolor de mi lesionado sentir. La humedad que rodeaba tu cuerpo y las finas gotas de lluvia que nos rociaba el estado meteorológico apenas amenazaban con mojarnos, y a su vez provocaban en mí un fuerte anhelo de permancer en ese encantado espacio terrenal, a tu lado. Sin embargo, permanecí inmóvil. Reprimí mis incontenibles ganas de consolar tu evidente dolor mientras explicabas de la mejor manera que eso jamás pasaría. Debía de irme acostumbrando a reprimir mis impulsos internos. Pues ahora lo estaba oyendo de tu propia boca; vos, que habías sido el protagonista de tantos de mis sueños; vos, que tanto me escuchaste y me trataste como nadie hizo ni hará; vos, que con un simple roze producís en mí sensaciones que me bien sé me costará enterrar en mi cajón del pasado. Escribí con sangre en mi cerebro la frase; "Es hora de irse", pero te confesé que no sería lo suficientemente firme como para cumplirla al pie de la letra. El sentimiento continuará su crecimiento, mi alma me traicionará una vez más, el destino me jugará otra mala pasada.
Te llené de dolor, te llené con penas,
Sabiendo que era yo la única culpable
Por dejar tu corazón en la lluvia
Y sé bien que te vas a ir lejos
Y me dejarás con esta deuda por pagar

Pero antes de que te vayas me gustaría decir que
Lo siento
Por romper las promesas que no pude mantener
Escucha, este momento es el último en que te suplico que te quedes
Pero tu ya estás en tu propio camino.

"Dejame hacerte feliz" Dije. Dije y lo sofoqué. Rozé sus labios, y rozé todo lo existente. Abrazé su cuerpo, y con sólo hacerlo surqué el infinito. Oí cada una de las palabras que tenías para decirme, y mientras sucesivos escalofríos atravesaban mi espalda, juré atesorarlas tanto tiempo como la memoria me lo permitiera.
En cada silencio, en cada suspiro, en cada palabra, en cada punto y aparte. En cada uno de los párrafos, en cada oración, en él irónico título que corona la redacción. El texto sos vos. El texto vive en vos.
Te marchaste. Me abandonaste. Lentamente, fui cayendo hacia el suelo, tomando asiento de manera inconsciente. Me encontré a mí misma desnuda y rodeada de cosas que no comprendía. Amarré mi rostro con ambas manos y ahogué un fuerte sollozo. Mis pestañas se desvanecían cada salada gota, mi visión se nublaba con cada lamento. Enjugué mis lágrimas e intenté simular una inexistente normalidad poniéndome de pie. La gente del lugar me observaba con las cejas fruncidas, evidentemente, expresando una notoria y creciente señal de preocupación. Me sostuve de una columna, cerré mis ojos por un instante en el cual creí juntar las fuerzas necesarias para mantener el equilibrio en medio de mi caótica condición. Corrí, corrí lejos, muy lejos. Mis pies se movían solos y me guiaban a un lugar donde nada era existente. Luces, personas, ruidos, confusión. Los peatones me hablaban, percibí que pretendían dialogar en otro idioma. No entendía nada.
Seguí corriendo, miré hacia atrás y me di cuenta. Durante el camino que trazaría de ahora en más, toda la trayectoria que fuera forjando, las huellas de mis zapatos serían sólo un par. Y ahora que te siento más lejos que nunca, es la ley de atracción quien perturba mi existencia; el deseo de cuidarte me invade y sé que no hay salida ni vuelta atrás.
"Dejame hacerte feliz" Dije. Dije y lo sofoqué.

jueves, 2 de febrero de 2012

Nunca más


Tecleando con furia, presionando cada uno de los botones con un generativo rencor interior. Ninguna desilución, exceso de obstáculos; la vida se interpone constantemente en mi camino impidiéndome llegar a lo que de verdad quiero. Más que un deseo, una necesidad. Más que una necesidad, un sentimiento. Más que un sentimiento, una fuerte emoción que ya no me encuentro capaz de controlar.
Pero el destino no volverá a reír de mi debilidad jamás; me convertiré en la persona más fuerte del mundo si eso fuera suficiente para cumplir mi objetivo. Temblando de miedo pero con la frente en alto y mayor seguridad que jamás tuve, enfrentaré a aquellos que perturben esta oportunidad. No voy a dejarla ir, NO VOY A DEJARTE IR. Sucedió en una ocasión de mi triste pasado, pero sobre mi cadáver sucederá nuevamente. Lucharé de pie como se debe hacer, y yo te juro, LA HISTORIA NO SE VA A VOLVER A REPETIR. Más allá del orgullo, más allá del prejuicio, más allá de tu notoria frialdad; mis palabras penetrarán tu alma y (espero) abrigarán tu interior. Mi alma... con la que tantas veces haz hecho conexión, charlará contigo abiertamente y luego me comentarán a que conclución arribaron.

viernes, 6 de enero de 2012

Reunion con el diablo


No recuerdo el tenor de su mirar, sólo el contorno de maldad que liberaban aquellas esquisofrénicas carcajadas, reflejando su autosuficiencia y placer. En mi delicada inocencia sólo atiné a gemir y suplicar compasión, obteniendo como única respuesta una vil manipulación corpórea. Me lastimaba de una manera lenta y pausada, disfrutando cada lágrima y retazo de dolor que le era factible extraer de mí.
Se manifestó en sueños una noche cálida de verano, interrumpiendo mi feliz y prometedora inocencia. Su negro cuello y su prominente cabello son los únicos rasgos que mi memoria fue capas de conservar recelosamente. Me transifirió sus ansias de placer lujurioso y consiguió amancipadamente desterrarme de todo aquello que me hacía tan feliz. Abrió paso para que continuara con la autosatisfacción y modelara una de las etapas más oscuras de mi existir.
Mis vulnerables extremidades se arrollidaron ante su notoria maldad. No estaba satisfecho aún. Dijo que era débil y se esfumó, considerandose un presagio, un ser que anunciaba miserias en mi porvenir.
Si es que el diablo existe, afirmo haberlo contemplado. Estoy segura de que cumplirá su promesa en un futuro no muy lejano. Nos volveremos a encontrar, y esta vez, yo me reiré de él.

jueves, 5 de enero de 2012


Pareces tan seguro. Tu mirar irradia magnetismo y fortaleza, y cada vez que la enfocas en mí me siento nacer nuevamente. Permanecería en tus turbios y espesos orificios oculares, viviría allí el resto de mi vida, dormiría en tus pupilas hasta el momento en que los rayos del sol me anuncien el momento de esfumarme.
Tu voz, tan suave y apagada... oscura y áspera. Detona una fragilidad que te ingenias para ocultar, apartando tu faceta íntima del resto. Pero no la puedes esconder conmigo por la simple razón de que somos similares. Vislumbré tu interior, recorrí cada dársena de tu ser, sé muy bien de qué estás hecho.
El nerviosismo sucumbe y se apodera cada vez que me rozas, me miras, me tomas; no estoy hecha para esto. Me marcharé. Pues no quiero, no tengo intencion de dejar que me engañen nuevamente. No accederé ni me dejaré llevar por la pasión nunca más; prometí a mí misma no hace mucho odiar todo el romanticismo y a lo que conlleva. Honestamente, prefiero el odio que corre por mis venas y me hirve la sangre antes que el cosquilleo estomacal al que me conduce el enaromiento y la ilusión.
No te dirijiré más la palabra; mis ojos no volverán a enfocarse en tí; anularé todos los suspiros que broten de mi interior cuando tus inconfundibles y sigilozas pisadas indiquen que te acercas. Construiré una ancha barrera a modo de límite entre ambos, de forma que gane el tiempo necesario para imponerle un freno a esta locura.
Perdón, es evidentemente, una manera retorcida de decirte "te quiero".