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sábado, 2 de julio de 2011

Cambio de cerebro.


Fue un día soleado en el que, recostada en el suave y comfortable césped de una campiña, me pregunté, ¿Por qué esto tiene que ser creación del supuesto "dios"? Podría disfrutarla igual aunque fuera hecha por Dios, por Buda o Jehová. Alá, Jesús y el dios Hindú. Con tantos inventos es fácil jugarle con la mente a la gente.
Suavemente, me acerqué hacia las mariposas. Revoloteaban, jugaban entre ellas. Carecían de un cerebro capaz de pensar, de digerir las cosas. No obstante, siempre he captado sentimientos en los insectos, aunque desgraciadamente, la mayoría de ellos se dan manifiesto cuando agonizan. En innumerables ocasiones durante mi niñez aplasté hormigas, atrapé mariposas y molesté arañas. Ahogué caracoles, pinché bichos bolitas, quemé mosquitos. Había toda clase de especies en mi enorme patio, y yo con mi afán de "pequeña científica", adoraba examinarlos para luego darles santa sepultura. A lo largo de todos estos asesinatos he podido aprender que los insectos sufren, y eso se puede observar en su cara de miedo, de pavor, de horror a la muerte cuando uno está por acabar con ellos. Es lamentable para mí decir que sólo he aprendido esto, además de un curioso dato: cuando uno aplasta a una hormiga desprende un peculiar olor a pinta labios ordinario (¡Hagan la prueba y verán!).
Las mariposas se sienten libres. Respiran aire puro, vuelan por los aires, juguetean entre ellas. Extienden sus alas, se posan en las flores, hasta a veces pareciera que expulsan pícaras risitas de sus bocas. Las mariposas no necesitan una religión para sentirse plenas y completas. Comprendí entonces que si de verdad existe un dios allá en lo alto, no querría que nos transformemos en esto que nos venden las diferentes iglesias de hoy. Es un comercio de fe, y sólo quien tenga la mente tan abierta como yo podrá entenderme.
Si hago algo bien, lo hice yo sola, no me lo hizo "dios". Si hago algo mal, trato de hacerlo mejor la próxima vez, no me rindo ni me persigno de rodillas por miedo a que "dios me castigue" o "destile su poder sobre mí". Si ayudo a mi "prójimo" es por verlo feliz al otro y hacerme mejor persona yo, no para que "dios" me ame.
Esta es la filosfía de vida que adopté, la cual me hizo una persona mucho más sabia y fuerte, dispuesta a afrontar todas las dificultades que me presente la vida. Desde ese día, me siento mucho más equilibrada emocionalmente y fuerte interiormente. Comenzé a leer mucho más y a informarme sobre la ciencia y sus fascinantes avances.
Cuando era pequeña, adoraba también leer toneladas de libros sobre el espacio exterior. Me llenaba de ellos, me atrapaban con sus misterios e incertudimbres. Recuerdo una vez haberle dicho a al profesora de matemática que quería ser astronauta. Esto, por supuesto, provocó una ola de desenfrenadas risas por parte de mis compañeras. Yo, no lo entendí ese día, no lo entiendo hoy, y creo que nunca voy a entender el por qué de sus carcajadas. ¿Tan mal estará tener un sueño? Incluso hasta hoy, siguen bromeando con aquel día cuando sale el tema del espacio. Y todos se vuelven a reír. Menos yo.
Darme cuenta de la inexistencia de las religiones, me ayudó también a retomar este sueño frustrado. Como dije, comenzé a leer más sobre la ciencia y sus avances, entre ellos, la lenta pero efectiva conquista del espacio.
Hoy sólo sé una verdad: Si los cristianos son TAN cristianos, ¿Por qué me dejaron de lado desde que descubrieron mi ateísmo? Según lo que dice SU PROPIA BIBLIA tendrían que haberme ayudado en vez de despedazarme con palabras y miradas. No hay nada más que odie que la ignorancia. Y hay cristianos que hoy en día, desconocen los principios de su propia religión.
Yo ya senté mis bases, y no va a existir nadie que me las derrumbe. Salvo que me maten. O que me realizen un cambio de cerebro.

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